Estados Unidos se sumó esta semana a la lista de países que desoyen el pedido de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de donar las vacunas contra el coronavirus sobrantes a los Estados que tienen más dificultades para conseguirlas, y anunciaron la aplicación de una tercera dosis a toda su población, lo que amplía aún más la brecha entre países ricos y pobres desnudada por la pandemia.
Las autoridades sanitarias informaron el miércoles pasado que una tercera dosis será ofrecida desde el 20 de septiembre a quienes recibieron la segunda al menos ocho meses antes, bajo el fundamento de que la eficacia de la inyección disminuye «con el tiempo», un dato que la OMS aseguró carecía de rigurosidad científica.
«Los datos disponibles muestran claramente que la protección contra la infección por SARS-CoV-2 comienza a declinar con el tiempo después de las primeras dosis de la vacuna», comunicó el asesor principal de la Casa Blanca sobre la pandemia, Anthony Fauci.
Este aval de EEUU a un refuerzo es el mayor revés que recibe la exhortación de la OMS a los países ricos para que suspendan sus planes de un refuerzo y donen esas vacunas a las regiones más atrasadas en sus campañas, ya que podría impulsar un efecto dominó entre las naciones más avanzadas que reduciría las posibilidades de alcanzar la inmunización de al menos el 10% de la población de cada Estado para final de este año, como preveía el organismo de la ONU.
El presidente Joe Biden anticipó que pondrá el brazo para una nueva inyección cuando le toque y defendió la posición de su Gobierno: «Hemos donado más (vacunas) al resto del mundo que el resto del mundo junto».
Además de socavar la lucha contra el acceso desigual de los fármacos, tanto EEUU como República Dominicana, Ecuador, Uruguay, Colombia, Chile, Brasil, el Reino Unido, Alemania, Francia, Hungría e Israel desoyeron las aseveraciones del organismo sobre la inexistencia de datos científicos que demuestren la necesidad de un refuerzo.
Aprovechando el incremento de la demanda, Pfizer y Moderna, que fueron autorizadas en varios países para niños y jóvenes, subieron los precios de cada dosis.
«Pensamos claramente que los datos actuales no indican que las dosis de refuerzo sean necesarias», declaró días atrás la científica jefe de la entidad sanitaria, Soumya Swaminathan, y desde un punto de vista «moral y ético» criticó que los países ricos administren la tercera dosis «cuando el resto del mundo espera su primera inyección».
Asimismo, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, lanzó «urgente» un pedido de 7.700 millones de dólares para frenar la «oleada» de variantes peligrosas de la Covid-19 y advirtió: «Si no se ponen a disposición ahora para detener la transmisión de la variante Delta en los países más vulnerables, sin duda todos pagaremos las consecuencias más adelante».
Los argumentos más fuertes a favor de una dosis de refuerzo fueron dados hasta ahora por los grandes laboratorios, que ven incrementar sus ingresos económicos a medida que crece la demanda de inmunizantes.
Albert Bourla, CEO de Pfizer, que en julio pidió una autorización al ente regulador de EEUU para una tercera dosis y elevó cerca de un 30% sus proyecciones de ingresos para este año, anunció que una nueva inoculación al menos seis meses después de la segunda «provoca títulos neutralizantes contra la variante Delta, que es más de cinco veces mayor en personas más jóvenes y más de 11 veces mayor en personas mayores que después de dos dosis», según la cadena CNBC.
Aprovechando el incremento de la demanda, Pfizer y Moderna, que fueron autorizadas en varios países para niños y jóvenes, subieron los precios de cada dosis en cuatro euros y un poco más de dos euros, respectivamente, recogió el diario Financial Times, y el máximo directivo de Johnson & Johnson, Alex Gorsky, anticipó la idea de una inmunización cada año como ocurre con la gripe estacional.
Además de EEUU, esta semana también Ecuador anunció que aplicará un refuerzo a personas con inmunodeficiencia y que tomará muestras aleatorias para determinar si es necesario para el resto de la población, mientras que Brasil analiza aplicar un refuerzo a quienes recibieron el fármaco chino Coronavac.
El primer país en administrar una tercera dosis y que más adelantado va en este plan es Israel, que esta semana decidió que los mayores de 40 años podrán acceder desde mañana a una nueva inmunización.
En tanto, Uruguay, que supera el 70% de la población vacunada, comenzó a aplicar la tercera dosis a quienes recibieron Sinovac, y en República Dominicana desde el 1 de julio entró en vigencia una medida similar, donde se usa la misma vacuna bajo la premisa que el refuerzo debe ser de un laboratorio diferente al que tocó durante la inmunización anterior.
En paralelo, en Chile rige un plan que incluye desde el mes próximo una tercera dosis con AstraZeneca o Pfizer a personas que recibieron Sinovac, y en menos de dos semanas superó las 150.000 personas que recibieron el refuerzo.
La desigualdad actual en el suministro de vacunas hace que en países de bajos ingresos la tasa de vacunación sea de 1,5 dosis cada 100 personas, mientras que en los ricos está cerca de 100 dosis cada 100 habitantes.
Esto significa que mientras Europa tiene vacunada a más de la mitad de su población y EEUU a cerca del 70%, en África, donde buena parte del continente lucha contra una dura tercera ola de coronavirus, solo el 2% de los habitantes cuenta con la pauta completa y apenas el 5% con una dosis.
«Los movimientos de algunos países a nivel global para introducir dosis de refuerzo se burlan de la equidad de las vacunas», lamentó el jueves pasado la directora regional de la OMS para África, Matshidiso Moeti.
Por: Rodo Galdeano
Fuente: Télam