En Chile, Colombia, Francia y Hong Kong los jóvenes se pusieron al frente de las protestas
El Mundo
En los últimos años, en muchos casos favorecidos por la comunicación que les brinda la tecnología y las nuevas plataformas virtuales, los jóvenes en todo el mundo se pusieron a la cabeza de protestas públicas que antes quedaban a cargo de grupos sindicales o partidarios, o contenidos en organizaciones sociales.
En Hong Kong, Bielorrusia, Francia, Chile o Colombia, por poner los casos más notorios de los últimos tres años, fueron los jóvenes los que se pusieron al frente de los reclamos, en todos los casos en batallas desiguales con cuerpos de policía entrenados y armados y con ciertos permisos de las autoridades políticas para reprimirlos sin contemplaciones.
«Para los jóvenes, la protesta es una cuestión de vida o muerte«. La frase pertenece a Leung Yiu-ting, presidente de la unión estudiantil de la Education University de Hong Kong cuando allá por junio de 2019 enfrentaban la Ley de Extradición que pretendía el Gobierno del territorio autónomo, pero… ¿no aplicaría perfectamente a un colombiano o a una chilena?
«Los niños son los que le abrieron los ojos a Chile nuevamente» señaló a Télam a fines de 2019 Luis Le-Bert, vocalista, guitarrista y uno de los fundadores del legendario grupo musical «Santiago del Nuevo Extremo» al confirmar el fenómeno en el país trasandino, que de hecho había comenzado con la resistencia de los estudiantes a pagar el aumento en el pasaje del subte, alentando el salto al molinete.
Tal vez la aparición de esta fuerza nueva, desconocida y por ello no contenida en estructuras tradicionales fue el principal secreto para el éxito de estos reclamos.
Y también su metodología: con movimientos espontáneos, acordados poco antes por plataformas de mensajería digital, de difícil detección para los organismos de inteligencia, impactaron en la escena institucional y lograron trascender con sus reclamos al mundo, con el consiguiente desgaste político para los gobiernos.
En Chile, donde ya los estudiantes habían jaqueado a los gobiernos de Michelle Bachelet y de Sebastián Piñera (en su primer mandato), las protestas le arrancaron al poder establecido la puesta en marcha de una Asamblea Constituyente cuyo objetivo principal -pero no el único- es nada menos que echar por tierra con la Carta Magna que dejó el sanguinario dictador Augusto Pinochet.
Y en Colombia, de alguna manera la juventud logró arrastrar en los reclamos a un heterogéneo conglomerado de fuerzas sociales y sindicales nucleadas en el Comité Nacional del Paro.
Hollman Morris, periodista, productor, director de televisión y escritor colombiano, quien probó incorporarse a la política tradicional como candidato a la alcaldía de Bogotá por el movimiento Colombia Humana en 2019, pintó un panorama sobre la resistencia juvenil durante las protestas de este año: «son jóvenes que vieron morir a sus abuelos, sus tíos, sus abuelos, sin que nada cambiara».
»Muchos tenía amigos que murieron como falsos positivos«, apuntó también Morris al diario catalán La Vanguardia, en referencia a aquellas personas que fueron asesinadas por el ejército colombiano (se supone que con la aprobación de los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos) y señaladas como guerrilleros abatidos en combate para mostrar un éxito en la lucha contra la insurgencia que no era tal, y que, de paso, le garantizaba a los militares órdenes de mérito y medallas.
«Esto puede ser todavía más difícil de resolver que en Chile, al menos antes de las elecciones» del año próximo, dijo Mauricio Cárdenas, exministro Fianzas de Santos. «En Chile tenían la válvula de seguridad de la Asamblea Constituyente pero eso ya lo hicimos en Colombia en 1991», continuó.
Por: Rodo Galdeano
Fuente: Télam